viernes, 1 de julio de 2011

No le gusta ser perseguido-perseguidor. Mira a todos lados, se detiene, ataca con sus garras la jubilosa miel de sus pieles.
Hombre, humo, hierro, grave.

¡Tonterías! exclamó.
“El ton sin son, el son sin ton y qué más da… sin más miraré adelante!
¡Brindo por la belleza de las fieles zorras pariendo huesos de besos silenciados!”
Mientras,  la muchachita decía…  ¿Cuándo es demasiada la espera?  La bruta espera.  
La maldita espera.
Te tengo una noticia, no hay cuándos. 
Únicamente  viven y reviven las frías Grietas por donde husmean todas las formas.


domingo, 29 de mayo de 2011

Púas dadaístas

El humo de mi cigarrillo trazó la silueta de tu mujer en esa cruel habitación. 
Don’t you ever come back again. Don’t you ever. 
Te abracé y te dejé ir. Luego descubrí el alambre de púas de tu espalda, puerco espín.

Puerco. 
Sangraron mis manos, las mismas que anduvieron al alba tanteando tu boca y tus piernas.         
Gruñó la caldera, prendiste la radio y llegó la hora. Sabía que ningún día se alojaría luminoso en el gris de tus ojos, de todos modos me rendí. 
Las altas columnas de hierro me quemaron los pies de un frío hielo blanco. 
Sí, yo sé dónde nieva en Buenos Aires.



Qué hastío. Todo el abecedario y todas las cosas ya no me alcanzan. La noche me escupió sus verdades en la cara y ahora visto las hojas secas de un otoño paupérrimo pero que supo ser ferviente de eso que solo algunos entienden. 
Usted, terciopelo ácido en donde la belleza florece del dolor, sin certezas ni disfraces. 
Si, ya sé, es más de lo mismo, la cuerda floja, el jugar al borde, la provocación.
Pero no... no te alarmes, ya escuché el fa menor, crucé la escalera y encontré una salida imaginaria. 


domingo, 1 de mayo de 2011

Ser demasiado sensible

Hace no muchos años, un hombre treintañero me calificaba de “demasiado sensible”.  
Demasiado sensible para las ventas telefónicas. Demasiado sensible para no comprender sus bromas. Demasiado sensible para soportar las injusticias de la rutina laboral diaria.
Parecía este joven plantear que existen grados de sensibilidad soportables –para él - y eficaces para salir airosa de alguna situación. Pecado era serlo en demasía.

¿Se puede entonces medir la sensibilidad?  ¿Cómo sería tal empresa posible? ¿Escribimos las palabras dichas, tomamos nota de los ceños fruncidos, pesamos las lágrimas caídas,  cuantificamos rostros enrojecidos?
Sería casi sin lugar a dudas, algo interesante de observar.  Pero…  ¿había medido mi sensibilidad sin que yo me diera cuenta?
Parada frente a él, de ceño fruncido y luego de escuchar su categorización… le di  la razón.

Su comportamiento, muchas veces violento, reflejaba el modo en que él percibía el mundo, nuestro mundo compartido diariamente y éste no era coincidente con mi percepción de la realidad: era yo demasiado sensible para su subjetividad y me transformaba a mí en una amenaza a su modo de ver las cosas.
Al tiempo, me alejé de este entorno en búsqueda de nuevos horizontes.

Hoy confirmo que sigo siendo sensible, y creo que cada vez lo soy más.   No solo soy sensible al romanticismo de a dos o a contemplar los bellos atardeceres en soledad, sino también soy sensible a registrar a aquellas personas que con total impunidad nos apuntan para que callemos, obedezcamos y transitemos la única vida que tenemos amoldándonos a sus modos y formas de ver.
Me emociona poder ver la posibilidad de cambio que tenemos dentro. Me hace feliz saber que podemos ser artesanos y protagonistas de nuestra vida y creo que ser sensible a estas virtudes, es un buen medio para alcanzar lo que imagino y sueño.

Sí, sé que soy demasiado sensible... pero no necesité medirlo, porque tan solo lo siento.

martes, 15 de marzo de 2011

Diálogos preliminares a una obra de teatro

- ¿Qué tal Mar del Plata? ¿Hiciste playa?
- No. No me gusta la playa.
- ¿Y qué hiciste todo el verano?
- ¡Qué buena pregunta!
-…
- Bah… Sí, fui a la playa algunas veces. O sea, iba después de las 6 de la tarde. No me gusta la gente. No me gusta la playa en Mar del Plata.
-¿Conocías acá?
- No.
- Yo tampoco.
- ¿Cómo haces eso?
- ¿Qué cosa?
- El Queso
- Ah… Que se yo… Es una historia larga esa y falta poco para entrar a la sala…
- Yo muero por ser queso
- Sí... Todos soñamos con ser queso alguna vez… Algunos lo son toda la vida.
- Pero yo quiero ser queso casero… hecho por vos.
-Jajaja! ¡Las cosas que decís!
-Mirame
-Nooo! 
-Sí, mirame y haceme queso.
-¿Acá?
- Sí!
- Shh! Nos miran todos! Jajaja!

Entradas, por favor…

- Ratona.
- No es eso… Requiere tiempo y preparación, no se hace en un ratito... Che, después de la obra que hacemos? ¿Unas pizzas?
- No. Me cae mal la muzzarela.
- Envidioso.

viernes, 11 de marzo de 2011

Nombraré en voz alta la cobardía que te rodea hasta expulsarte de mi universo.
Atrás quedaron los kilómetros viajados y mi ticket to ride.
No me importan ni tu dulzura ni el río que descansa en tus ojos. No, ya no.
Silenciaré tus recuerdos porque yo sí puedo.


Hoy has vuelto a morir.
Merci bien. Gracias por todo.


domingo, 29 de agosto de 2010

Raíz



Y es que a mí me guiará una voz…
Tu Voz

Nunca se durmió tu canto,
 sigue golpeando fuerte en el pecho,
como un bombo que repiquetea en mi alma

Es tu latido de ángel libre
que no cesará a pesar del paso de mis estaciones…

Recuerdo que el otoño creyó verte partir 
y las hojas del alba cayeron
para besarte los pasos,
para sentir cómo era tenerte cerca,
para conocer cómo era la amistad de la que todos hablaron.

En tus primaveras, fuiste el cantor que abrazado a su guitarra
transitó la vida junto a expresivas voces,
deseando todas armonizar el amor y la añoranza.

En este invierno porteño, tu grave y cálida voz abrigó mis sueños
y se fundió en este poema.

En cada verano, se que Santiago arderá al extrañarte
y al evocarte sonará una chacarera.

Y es que solo seré lo que crezca de mi raíz,
mi padre.